domingo, 31 de julio de 2011

Los efectos del pollo


Para mejor entendimiento de esta entrada os recomiendo que la leáis sobre las dos de la tarde, sin comer.

¿A quién no le ha ocurrido alguna vez eso de pasar por un asadero de pollos y percibir ese magnifico olorcito, independientemente de que lo hagan bueno o no, que sale por la puerta y empezar a salivar la boca?. Instintivamente miras el precio: "Pollo entero y ración de patatas fritas 8€", está barato, piensas.

Pues, tener cuidado. El pollo asado puede producir perdida parcial de memoria; si, lo has leido bien, PERDIDA PARCIAL DE MEMORIA.
Os contaré el caso por el cual he llegado a esta conclusión.

Nuestro protagonista no pudo dormir esa noche (se acostó sin cenar), sólo pensaba en ese olor que percibió al mediodía, "tan doradito..."
Se levantó decidido. - Hoy comeremos pollo asado.- comenta a su mujer. - No sé por qué pero me ha apetecido.- Mentía, lo llevaba maquinando toda la noche.
Lo primero que hizo fue llamar por teléfono al asadero para realizar el encargo, no podía arriesgarse a ir y volver con las manos vacías, sufriría mucho.

Tras una larga mañana de espera llega la ansiada hora de recoger tan maravillosa vianda, el sabroso pollo (suerte que el asadero está a tres minutos escasos de la casa). Nada más divisar la puerta del establecimiento nota la interminable cola que se forma.
- Tranquilo. Son las dos menos cinco, para las y media estamos comiendo. Además. lo tengo seguro, está encargado, no hay que preocuparse.- pensaba para sus adentros.
Sólo necesitó nueve minutos para su turno. Para entonces su cuerpo ya estaba totalmente embriagado de ese olor, su mente no lo dejaba pensar en otra cosa. De hecho, le costó un mundo decidir si escoger la ensalada de pollo con salsa rosa y nueces o, la ensalada de pimientos asados y cebolla para acompañar a la comida. Ensalada de pollo, como no.


De vuelta, andando, pensaba en la difícil elección que venia a continuación. Muslo o pechuga. Siguió andando, ya lo decidiría en la mesa.
Medio pollo, tres cuartos de barra de pan de pueblo, dos latas de cerveza bien fría y una siestecita ¡ menudo festival dominguero!

Llegadas las siete de la tarde decidieron volver a casa pues, claro, el plan urdido la noche anterior para consolidar su extraña apetencia era comer en casa de sus padres y llevar, no sé, ¿unos pollos?. El plan perfecto.
Todo recogido, despedidas, besos, abrazos y ... ¿donde está el coche?
Mira en todos los sitios posibles, donde siempre lo suele dejar. Nada.
- Piensa, piensa, joder.- Rebobina su maquina de reproducción visual biológica...
Tras unos segundos su piel se torna de un color rojo tomate intenso.
- Vuelvo e tres minutos - comunica a los desesperados acompañantes.

EL COCHE ESTA EN DOBLE FILA, frente al asadero (lo escribo con mayusculas porque no se puede escribir de otra manera).
Consiguió llegar en un minuto, exhausto y exhalando todavía ese olor a pollo asado.
¿Cómo pudo dejar ese coche, en medio de la calle pero... en todo el medio, con sus cuatro flamantes, relucientes y parpadeantes intermitentes encendidos?, no lo sabemos.
Por eso he llegado a a única conclusión posible, la que dije al principio, Perdida Parcial de Memoria.

Como podéis apreciar, la etiqueta de esta entrada es Cosas de la vida y no Relatos, esta historia es totalmente verídica (eso sí, con algunas pinceladas mías).
¿Quién es el sujeto?. De todos es conocido.


A mi "Carpanta" querido.




sábado, 16 de julio de 2011

Carta a un amigo





Querido amigo:

Hace tiempo que no se nada de ti. No contestas mis llamadas ni respondes a mis SMS, por eso he decidido escribirte esta carta.

Todos los días, cuando salgo a la calle, miro aun lado y otro, con la esperanza de verte.
En la parada del autobús, siempre dejo pasar el primero y espero al siguiente, por si llegas tarde.

En la mesa de mi oficina, el teléfono tiene su sitio estratégico, donde no escapa de la vista, expectante a una llamada tuya.

Últimamente vuelvo a casa dando un paseo como siempre hacíamos. Camino lentamente, sin prisas. Al llegar al parque miro a ese banco donde siempre descansábamos un rato, nos echábamos unas risas y comentábamos un poco el día para después partir nuestros caminos.

La tarde es larga, muy larga, sin saber que hacer.

Bajo al bar, para nuestra partida, pero nunca llegas y se sientan otros.
Pido dos copas, la costumbre, y la tuya me la tomo con el hielo derretido por la espera. Aunque ya sabes que soy de ron y la ginebra nunca fue conmigo, pero no importa, me hace recordarte.

Dando un rodeo paso por tu casa. Las ventanas siguen cerradas y el timbre no funciona.
Ayer, de vuelta a casa, me pareció verte girando la esquina. Corrí exhausto pero no eras tú.

Se que llegará el día en que nos volvamos a encontrar, que nos fundiremos en un eterno abrazo y nada ni nadie nos separará jamas.

Esta carta no necesita sello, ni dirección de destino pero sé que la leerás, que la estas leyendo.
Te echo de menos.

Siempre tuyo.



Tu amigo.