miércoles, 26 de mayo de 2010

Y nos fuimos pal Rocio ...

Ante todo quiero que sepáis que esta entrada no es plagio de mi buen compañero Marsyas, de hecho sé que ha publicado su entrada y no la he leído todavía, simplemente es que el camino lo hicimos juntos.

Los que me conocéis, sabéis que soy una persona a la que le encanta debatir y pelear, sanamente, sobre un tema, por aquello de la conversación. Pues bien, unos de los temas que siempre me ha gustado, y sobre todo con dos de mis tíos, era sobre el Rocio y el camino, sobre la "fiesta" que acontece en él.


Para hablar con propiedad le propuse ha Marsyas ir este año, solos o con las mujeres, nos daba igual, pero queríamos ir. Obviamente fuimos con nuestra señoras que al final le agradaba la idea.

Sábado, 7,15 de la mañana, nos encaminamos para el Rocío.Cuando llegamos, sobre las 12 de la mañana, ya nos estaban esperando nuestros anfitriones, mis dos tíos (uno de ellos padre de Marsyas), rocieros de pro. Abrazos y alegría. Cuando nos instalamos, más adelante os contare donde y como, nos fuimos a visitar la Ermita del Rocío.


Simplemente subiendo las escaleras me di cuenta de una cosa. A la virgen del Rocío no se la va ha ver, ella te llama. Te llama y te lleva; para que la veas, para que le hables, para que le cuentes tus problemas, para que le pidas y para que le des las gracias.
No puedo describir con palabras lo que paso, lo que sentía. Un lleno en un vacío, un llanto ahogado, una alegría inmensa, una llamada. Aún, escribiendo esta entrada, tengo ese nudo en la garganta que, ni toda el agua de aquellas marismas puede deshacer.

Te das cuenta de que existe, de que esa imagen tiene poder y de que realmente te escucha. La gran prueba la tengo a mi lado. Mi querida y amada esposa. No necesitaba palabras, simplemente con ver su rostro notaba su fe y su júbilo, cosa impensable días atrás.



Todo el mundo tiene su historia, historias que te ponen los pelos de punta y te hacen pensar. Estando el Domingo en el porche de la casa donde se alojaban mis tíos con sus compañeros, se nos acerco una señora, creo recodar que de Alicante, para preguntar sobre unos horarios y al final nos contó su historia: su marido sufría de cáncer y se iban de vacaciones a Matalascañas. Cuando pasaban cerca del Rocío, se les ocurrió visitar, por curiosidad, la tan aclamada por todo el mundo Virgen del Rocío. Desde entonces todos los años van a verla, sea o no semana grande. Y lo sorprendente de esta historia es que su marido la estaba esperando, mientras hablaba con nosotros, tomándose una cervecita fresquita y más sano que una manzana. Mucha pero que mucha gente va todos los años sólo para verla y darle las gracias.

Y ahora entiendo a los peregrinos. A los que sudan la camisa, los que llegan "renegrios" de las arenas, hastiados por el calor, soportando un sol de justicia, pero llenos de alegría. Y nunca les falta un poco de vino para aliviar su sed ni un trozo de algo para comer en alguna casa de la aldea. La gente les abre sus puertas a todo aquel que lo necesita. Al peregrino nunca se le niega nada.

Estando allí, y solo allí, se da uno cuenta de lo que es y significa el Rocío. La palabra que sólo se escucha por todos los rincones de la aldea es Gracias, Gracias y Gracias. Todo es agradecimiento a todo y a todos. Nosotros, que teníamos pensado dormir en los coches, nos alojamos al final en la "casa" (una caseta de feria adaptada como tal) de Curro "el patas largas", persona humilde y almonteño de pura cepa. Nos abrió su casa sin pedirnos nada y nos dio todo. Y, como no, cuando nos fuimos, sus ultimas palabras fueron Gracias.

Mi andadura rociera la he emprendido con la mejor gente se podía empezar. Mis hermanos postizos, Marsyas y Jesús; sus esposas, Fany y Sonia y con los compadres de Jesús y Sonia, Antonio y Aroa. Estos últimos eran para mi mujer y para mí totalmente desconocidos pero esta experiencia creo que ha forjado una bonita amistad.

Esta oportunidad nos la han brindado mis tíos y mis tías, que ha disfrutado y han agradecido a la virgen haber pasado un Rocío con sus hijos y sobrinos. Se les veía inmensamente felices, no cabían en si. Pero el que realmente disfrutaba con nuestra visita era mi tío Jorge, Yors para la familia. Disfrutaba con cada rincón que nos enseñaba, con cada anécdota que contaba, con cada sevillana que cantábamos juntos, con el sonido de las palmas. Un Rocío de familia.

Sólo le pido una cosa a la virgen. Que este no sea el ultimo que la visito. Que esto ha sido lo más grande que me ha pasado en mucho tiempo, visitarla rodeado de mi familia.