miércoles, 1 de septiembre de 2010

Busco Psicólogo



Esto es el relato de Don y Mindundi, dos personajes que se encuentran todos los años en los meses de verano pero que, casualmente, no se conocen. Historias paralelas aunque muy diferentes.

Don, hombre de unos cuarenta años, con pelo algo canoso y una tez bien cuidada por el uso de las cremas reafirmantes que por suerte ya pueden usar los hombres. Felizmente casado y con familia, bien acomodado y con trabajo fijo.
Mindundi, quizas sea de la misma quinta de Don aunque su cara no revele realmente su edad. Siempre lleva su largo pelo recogido y bien cuidado. Se podría decir que también está felizmente casado pero en este caso está casado con su mujer, su suegra, sus cuñados y sus repelentes sobrinas. Es el pago por tener un "Monovolumen" de segunda mano donde entra todo.


Es día uno de septiembre para Don.

Hoy me he levantado fatal. Estoy crispado, una enorme ansiedad inunda mi cuerpo; el estomago me estalla, mi humor es de perros, mi piel está perdiendo su oscuro color, me estoy poniendo enfermo. De este año no pasa, tengo que buscar un psicólogo, tengo depresión, creo que es postvacacional, esto acabara conmigo.

De nuevo tendré que ocupar mi silla tras una inmunda ventanilla, rodeado de papeles por todos sitios y con la maravillosa decoración de unos inmensos archivadores. Sintiendo ese reloj que cuelga en la pared desde el día de la inauguración de las instalaciones; que deja claro cada largo minuto que pasa por su rítmico tic tac. Aguantando a gente y más gente que no pude atender durante mis merecidas vacaciones.

Atrás quedaron esos maravillosos días de playita y sol, de tumbona y sombrilla;
de cervecita, café y mojito. Mis visitas al chiringuito de "Paco", con esos magníficos espetos de sardinas al majestuoso precio de 7 euros (una ganga). Levantarse tranquilamente, comprar el Mundo Deportivo para después disfrutarlo en mi tumbona alternándolo con unos sudokus y unos pequeños remojones playeros. Esas siestas después de almorzar que sentaban de lujo, dos horas, no más. La tranquilidad de un paseo viendo el atardecer. Un buen tinto nocturno con unas racioncitas y la amena conversación de los amigos de verano.

Pero hay una cosa que no echaré de menos, los fines de semana. Con los típicos domingueros, siempre molestando y sobre todo la brecha que tengo en la sien por una puta sombrilla.

Es día uno de septiembre para Mindundi.

Creo que voy a llegar tarde. Con lo tranquilos que estábamos en agosto, sin ningún coche, sin trafico, con todos estos capu ...., con toda esta gente de vacaciones, me estoy poniendo enfermo. Voy a salir del coche y la voy a liar. - Mientras el claxon del monovolumen está a punto de arder.- Creo que voy a tener que ir al psicólogo ha ver si me calma los nervios porque sino me voy ha cargar a alguien.


Y pensar en lo bien que estuve el sábado en la playa. Mucho pijo pero yo, a mi rollo.
Que buena barbacoa me he comprado este año pero también hay que decir que el carbón de encina hace mucho. Las sardinas estaban de escandalo, grasientas como a mi me gustan. Luego tienes todo el día en el agua para que te vaya el olor de las manos. A veces el humo molesta pero... ahh que se jodan. Y esa sangría ... que sangría me sale, cabezona pero muy buena. Los niños y mis queridas sobrinas en su tónica, dando pol'culo a todo el mundo, mira que se lo he dicho veces pues, nada, ni caso. Lo bueno es que cuando me voy a las once se quedan fritas en el coche. Lo más chungo fue cuando vino ese vendaval y se llevo la sombrilla, la grande de Coca-Cola que me pille el año pasado. Que putada. Le endiñó a un pijo de esos, estaba leyendo el Mundo Deportivo (aunque el bueno es el Marca, que lo sepáis), no la vio llegar y le dio en toda la sien. Que brecha se le abrió. Pero ¿que culpa tenia yo?, pues eso digo, ninguna.

Bueno, ha ver si se despeja el tráfico sobre las doce y me llegaré a dejar unos papeles a la jodida ventanilla que ha estado cerrada todo agosto, si ha llegado el señorito hoy, claro.