viernes, 29 de octubre de 2010

El fin de los médicos.


No falta mucho para que la prensa, tanto escrita como audiovisual, haga eco de lo que será un notición: " Se cierran todas las facultades de medicina y farmacia del país ". Pero aún podemos estar tranquilos. Todavía hay esperanza y podemos remediarlo.



Hace poco en el trabajo pude ver un caso que yo lo catalogaría como typical spanish, vamos, que todo el mundo hace (o hacemos, claro). Asoma una mujer de no muy avanzada edad con una criatura de meses en sus brazos y empieza ha hablar con otra señora de mediana edad que estaba en el balcón de un primer piso:
- ¿Que le ha mandado el medico a la niña?. - dice la señora del primer piso.
- Pues ... lo de siempre, unos supositorios.
- Nada, tú dale Alergical expectorante. Que mala sombra no acordarme antes del nombre y te hubieras ahorrado de ir al médico.
Puede parecer que la señora del balcón era pediatra o, a lo sumo, médico pues... nada de eso. Era la señora de la limpieza, profesión tan digna como la de médico, al parecer un familiar de la portadora de la criatura. Alergical expectorante. Que fuerte, si nos sabemos los nombres y propiedades de las medicinas mejor que los médicos y farmaceúticos.

Antes no salíamos de Frenadol, Gelocatil y cuatro más pero, ahora con los medicamentos genéricos... somos la caña. Nos sabemos los nombres propios de los remedios farmacéuticos. Que te duele la cabeza, Paracetamol. He amanecido con una pequeña e ínfima inflamación, Ibuprofeno. No, creo que la inflamación ha ido a más, estoy fatal y no me puedo mover; tomate un Diazepan antes de acostarte que te vendrá de lujo.
Bueno y eso de ir al medico, para qué. Seguro me que manda esto. Lo buscamos en nuestra farmacia particular (algunos superan en género a las reales) y marchando, pastillazo al canto.


O, como mucha otra gente que toma medicina natural (espino blanco, avena sativa, y un largo etcetera), que no concibe que aunque sea natural, puede joderte igualmente.

Señoras y señores, nos pasamos siete pueblos. Tomamos y acopiamos demasiadas medicinas y aún no nos enteramos que la automedicación es un error. Puede ser bastante perjudicial para la salud.
Dejemos que esos profesionales de bata blanca diagnostiquen realmente lo que tenemos y decidan, con más criterio que nosotros, qué, como y cuanto debemos tomarnos para aliviar nuestros males.

Es hora de dejaros. Además, voy a tomarme un Paracetamol ahora mismo, que tanto escribir me está dando dolor de cabeza.



viernes, 22 de octubre de 2010

A mi Máma



No penséis que la tilde esta mal colocada, esta bien. Mamá es madre y máma es mi máma y la de otros muchos. Nunca le gustó que la llamáramos abuela, eso la hacia sentirse vieja.

Como ya sabéis, mis entradas me gustan acompañarlas de imágenes, casi siempre buscadas en la red y lo más parecidas a la realidad de lo escrito pero, en esta ocasión, no va a poder ser. El personaje de esta entrada es único y no hay nada que se asemeje ni se acerque siquiera.

Mi Máma ...

Es facil de recordar.
Su cara estaba marcada por el paso del tiempo, por el trabajo, por la lucha diaria durante muchos años por sacar una familia adelante. Un rostro que, con la edad, se convirtio en dulce, apacible y sosegado; emanaba simpatia, felicidad y, sobre todo, descanso. Descanso por tener casi todo estabilizado, porque había ganado su batalla con la vida y, sobre todo, había derrotado al fracaso.
Pelo canoso, retocado desde primera hora de la mañana y siempre en perfecto estado, de peluqueria o de rulos caseros y redecilla, daba igual con tal de llevarlo arreglado ( la coquetería no decae con la edad ). Tenia que ir presentable a su cafelito matutino. Podía faltar para pan pero no para eso, lo disfrutaba. Fiel a sus creencias siempre llevaba vestido negro riguroso, como mandan los cánones del luto. No recuerdo verla de otra manera.

Era una mujer recta aunque, al paso de los años, el tiempo la hablandó un poquito; siempre que podía te hacia un quite, con las regañinas, el almuerzo que no te comías y te esperaba para la merienda siempre desaparecía, los veinte durillos cuando cobraba ... mil cosas.
Fué madre de sus hijos y nietos y abuela de sus bisnietos.

Una cosa que recuerdo perfectamente y que le tengo mucho cariño (en su momento me molestaba) era cuando se sentaba en su sillón después de comer; se quedaba completamente dormida viendo aquel famoso programa de Canal Sur de los pueblos, cambiabas de canal y, automáticamente, abría los ojos diciendo que lo estaba viendo, ¡pero si era imposible!. Todavía hoy me río. Como estas tengo infinidad de anécdotas.

Siempre quiso portarse con todos, quedar bien, no molestar ni crear cargas a nadie y lo mantuvo hasta el final. Lo hizo como ella siempre quiso, con un rápido adiós. Si hubiese tenido testamento seguramente vendría claramente escrito y rubricado, como no, con su pulgar derecho.

Aún mantengo conversaciones con ella. Sí, esas conversaciones interiores que todos tenemos pero con la diferencia de que, en el fondo, se que es ella realmente quien contesta.

Te echamos de menos y lo digo en plural porque sé que escribo en nombre de muchos.

Hasta siempre ...




domingo, 17 de octubre de 2010

"El fantasma rosa" por Nesi

Erase una vez una ciudad que se llamaba Malacayú. En esa ciudad vivía un fantasma. No era un fantasma como los demás, era ... ¡rosa!.
Desde el día que se instaló, todas las mañanas se iba a la ciudad. Se la recorría de esquina a esquina, de lado a lado. Iba asustando a toda la gente pero ... no la asustaba, la hacia reír. Esa era su duda.
Cuando los asustaba se reían y fué cuando se dio cuenta que era rosa. Ahora, iba apenado por las calles, pensando en una solución. Hasta que se le ocurrió una. Recurrió a un pintor para que lo pintara de blanco. Entre risas dijo que sí. Y así lo hizo. Quedo totalmente blanco y hasta el pintor, en vez de risas, gritó: " ¡un fantasma! ".
Como los demás no sabían que se había pintado de blanco, se creían que había dos fantasmas y nunca salían de sus casas, excepto el pintor que era su amigo.

Y, colorín colorado, este cuento se ha acabado.